sábado, 21 de marzo de 2009

Variables que influyen el embarazo adolescente

Desde la teoría de las actitudes, el embarazo en adolescentes puede ser analizado en sus componentes de: conductas (o comportamientos), conocimientos (incluida la información proveniente del mundo externo, como aquella construida con base en las experiencias de vida) y por último las creencias (escala de valores, mitos, tabúes e incluso deseos).

Tanto conocimientos, como comportamientos y creencias se encuentran en permanente interdependencia en la persona, el producto de dicha interacción, en un contexto específico, posibilita que cada quien responda de muy diversas formas ante estímulos que el medio le proporciona.

Frente al problema del embarazo, los tres componentes juegan como variables que pueden hacer al o la adolescente, más o menos vulnerable; pueden representar un nivel de riesgo mayor o menor según sean los estados de ánimo, los niveles de autocontrol, el grado de excitabilidad, la presencia o ausencia de figuras de autoridad así como de amistades y desconocidos.

Respecto al conocimiento podemos mencionar por ejemplo:

Conocimiento de la fisiología del aparato reproductor y sexual

Respecto a los comportamientos podemos mencionar:

  • Tener o no pareja
  • Habilidades y destrezas motoras para usar adecuadamente los métodos de barrera (condón, óvulos)
  • Tener o no relaciones sexuales penetrativas
  • Habilidades para expresar verbalmente lo que piensa y desea (asertividad).

En cuanto a las creencias (valores) podemos mencionar:

  • Valor que se le da en su comunidad a la matenidad / paternidad
  • Grado de aceptación frente a comportamientos machistas
  • Valor del erotismo frente a otras expresiones placenteras (como conversar por ejemplo)
  • Vinculación del uso del condón con comportamientos de riesgo

Son innumerables las varibales que podríamosmencionar, con mayor o menor grado de influencia sobre las conductas de protección o riesgo frente a un embarazo en la adolescencia. Lo importante, es encontrar herramientas pedagógicas que permitan transformar aquellas que incrementan el riesgo y fortalecer las que protegen.

Se han desarrollado programas y proyectos en latinoamérica, que pueden ser adaptados, mejorados y replicados en contextos especìficos y similares a aquellos donde fueron creados, a continuación una lista de los lugares donde pueden consultarse:

Algunas páginas web donde puede obtener información:


ANTICONCEPCION EN LA ADOLESCENCIA

RAZONES PARA HABLAR DE ELLA EN LA ACTUALIDAD

Lic. GERMAN LOPEZ SUAREZ


Ante todo, permítanme agradecer a la Asociación Bogotana de Obstetricia y Ginecología, así como a la Asociación Salud Con Prevención y en particular al doctor Gabriel Acuña, el honor de compartir con ustedes algunas reflexiones en torno a la anticoncepción en la adolescencia.

Podríamos argumentar que hoy día, es evidente para todas las personas el hecho de la necesidad de hablar, aceptar y proporcionar los medios para que las y los adolescentes de nuestro país accedan al conocimiento y uso de los métodos anticonceptivos, incluso antes de su primera relación sexo- coital. Pero la realidad es otra, ya que la diversidad de concepciones adultas en torno a la sexualidad y la salud, se encargan de crear barreras reales que dificultan o impiden el acceso a la anticoncepción por parte de la gente joven.

Intentaré presentar razones a favor de la anticoncepción en la adolescencia, teniendo en cuenta los principales argumentos que han servido para defender esta causa de las y los adolescentes.


· Desde lo demográfico:

Desde el punto de vista demográfico, el efecto lógico de una vida sexo-coital no protegida en las jóvenes, resultará en un incremento en el número de embarazos durante la adolescencia, con su consecuente aporte al crecimiento de la población. Se indica –y los datos así lo demuestran- que el embarazo temprano tiende a llevar a la joven a procrear un mayor número de hijos y a un menor espaciamiento entre ellos, lo cual contribuye a elevar la fecundidad general y la tasa de crecimiento de la población. Aunque su impacto sobre el crecimiento poblacional no puede observarse inmediatamente y la proporción de nacimientos de las adolescentes no tiene la magnitud necesaria para que signifique incrementos alarmantes.

El gran crecimiento en términos relativos y absolutos, del grupo de adolescentes en los últimos lustros, ha vuelto más evidente, y ha dado lugar a que, aún a menores tasas de fecundidad en el país, el número de hijos de mujeres adolescentes sea muy grande. Hecho éste que lo perciben más fácilmente quienes se encuentran laborando en las salas de parto en clínicas y hospitales.


Colombia es uno de los países del tercer mundo con mayores avances en el campo poblacional y ha logrado reducir las tasas de fecundidad. Así por ejemplo pasamos de una Tasa de Fecundidad Total (número total de hijos por mujer durante toda su vida reproductiva) de 7 hijos por mujer en 1965, a 2,6 para el 2000.

Pero el indicador que mejor nos muestra la situación de la población entre los 15 y 19 años de edad es la Tasa Específica de Fecundidad (número de nacimientos anuales por cada 1.000 mujeres en los diferentes grupos etareos). Este indicador ha descendido en un los últimos 15 años para los grupos de edad de mujeres adultas, pero en las adolescentes se ha incrementado en un 12%, según los datos de la ultima ENDS-2000, cuyos resultados serán presentados próximamente por PROFAMILIA.

Así mismo, contrasta el hecho de que en la actualidad, las mujeres adolescentes y jóvenes tienen mayor acceso a la educación, las tasas de retención escolar se vienen incrementando progresivamente como también el acceso a servicios de salud; factores estos que son realmente protectores contra el embarazo y la maternidad temprana. Pero la realidad es contraria y se evidenció en la ENDS-2000 que el porcentaje de adolescentes embarazadas y que alguna vez han sido madres, se incrementó en el lapso 1995 a 2000 al pasar del 17.4% al 19.1%.

· Desde lo económico:

Es cierto que el evento de unas cuantas gestaciones puede no representar un gasto económico significativo para una institución o para el Estado. Pero cuando hablamos de que el 19.1% (casi 1 de cada cinco jóvenes entre los 15 y 19 años de edad) ya han iniciado la maternidad, en una etapa de sus vidas en que no tienen la preparación escolar ni laboral que les permita ser competitivas en el mercado del trabajo y tener un ingreso que le favorezca la promoción social y económica; entonces podemos comprender lo que para la economía no sólo familiar sino del país representa una de las consecuencias de la vida sexo-coital no protegida de nuestra gente joven.

Los estudios demuestran que la maternidad en la adolescencia es una factor que lleva a la deserción escolar y con ello a la reducción de las oportunidades no sólo educativas, sino laborales y de promoción social para las mujeres (limita la posibilidad de obtener empleos mejor remunerados y los recursos para una crianza de los hijos en mejores condiciones). No quiero con esto ser reduccionista y afirmar que la principal causa de la deserción escolar sea el embarazo adolescente, puesto que conocemos que la pobreza, la violencia y la baja capacidad de retención del aparato escolar, también fomentan el abandono del proceso educativo por parte, tanto de las mujeres como de los hombres jóvenes. Además, también es sabido que muchos embarazos en la adolescencia, se presentan como evento posterior al abandono o deserción escolar.

Un país como el nuestro, donde el presupuesto destinado a la atención de la salud es exiguo, no puede darse el lujo (como nos lo estamos dando) de permitirse que una proporción significativa de su población adolescente y joven tenga que padecer las consecuencias inmediatas y tardías de las infecciones de transmisión sexual y el VIH/SIDA y el “Sistema de Seguridad Social en Salud” asumir sus costos económicos y sociales. Todo, porque entre otras cosas, aún no logramos desarrollar programas efectivos y de amplia cobertura que promuevan la protección contra ellas y donde los métodos de barrera estén a disposición de toda la población, en especial de la más joven que en la actualidad está poniendo en mayor proporción los nuevos casos tanto de ITS como de VIH/SIDA.

· Desde la salud pública.


Por mucho tiempo se ha argumentado, que las consecuencias del embarazo durante la adolescencia con lleva serios problemas de salud para la madre y el hijo. En la actualidad nos preguntamos si hay razones para sostener que una gestación entre los 15 y 19 años de edad deba constituirse necesariamente en un riesgo para la salud de la madre y/o del hijo. Contrario a lo que generalmente se piensa no ocurre así, ya que en condiciones adecuadas de nutrición, de salud, de atención prenatal y un contexto social y familiar favorables, un embarazo y parto entre los 16 y 19 años no con lleva mayores riesgos de salud materna y neonatal que un embarazo y parto entre los 20 y 25 años. Es sólo a edades muy tempranas, - menor a dos años posmenarca - cuando se constituye en un riesgo en términos biológicos.

Pues bien, preguntémonos cuántas adolescentes del país, cuentan con condiciones favorables de salud, nutrición, de atención prenatal y de ambientes familiares favorables. A pesar de que la reforma del Sistema de Salud ha permitido ampliar la cobertura de aseguramiento, cerca del 43% de la población colombiana aún no tiene acceso a servicios de salud que sean de calidad y que brinden una atención oportuna, que reduzca la aparición de la enfermedad.

Unido a lo anterior, sabemos que son los grupos más vulnerables y carentes económicos, los que no tienen aseguramiento y quienes precisamente, sufren mayor desnutrición, tienen hogares emocionalmente disfuncionales y donde las oportunidades educativas y laborales son más escasas.


Por lo tanto, el riesgo de morbi-mortalidad durante la gestación en las adolescentes de estos grupos son altos y los costos para el Sector Salud elevados. Razón de más, para afirmar que es necesario hablar y proporcionar el conocimiento y los medios para que las y los adolescentes tengan acceso a la anticoncepción. Reconociendo aquí nuevamente, que no podemos caer en el sofisma de que con los solos anticonceptivos vamos a solucionar el problema, puesto que de fondo están los factores propios de la inequidad social.

Colombia transformó su Sistema General de Seguridad Social en Salud mediante la LEY 100 de 1993, la cual se ha venido implementando y perfeccionando en normatividad desde el Ministerio de Salud, a quien por demás corresponde esta función, así como la de su divulgación a toda la población.

Podremos afirmar que se ha avanzado efectivamente en cuanto al diseño de políticas, planes y normas que permitan hacer efectivos los derechos y deberes que impone la Ley 100, tanto a los prestadores de servicios de salud como a la población beneficiaria en general, pero que en su operacionalización y práctica estamos muy lejos del nivel deseable y por lo tanto aún no se garantiza efectivamente el ejercicio de los derechos que en materia de promoción, prevención, asistencia y rehabilitación tenemos los colombianos.

Tanto el PAB como el POS obligan a desarrollar actividades de información y educación en materia de salud sexual y reproductiva para la población adolescente. Dado que las EPS tienen una población geográficamente dispersa y que las ARS no han organizado adecuadamente las acciones preventivas, nuestras(os) adolescentes se ven privados de obtener información plena, objetiva y veraz respecto a temas que les urge conocer.

Las Normas y Guías de Atención en Salud, promulgadas por el Ministerio del ramo recientemente, contempla acciones específicas de prevención y atención en salud sexual reproductiva y específicamente en anticoncepción para la población de 14 a 24 años, que son de obligatorio cumplimiento por parte de las EPS y ARS, lo cual abre un marco legal, que nos obliga a considerar permanentemente el tema de anticoncepción en la adolescencia.

· Desde lo cultural:

En sectores numerosos de nuestra sociedad, en especial en las áreas rurales y urbano-marginadas, la maternidad a temprana edad es un patrón reproductivo deseable y vinculado a la unión conyugal, que limita el acceso a la anticoncepción por parte de las y los adolescentes. Unido a esto y dada la situación socio-económica del país, muchas veces la maternidad es deseada a temprana edad, como camino para huir de la violencia intrafamiliar o sexual y como medio de realización personal y de tenencia de afecto. En estas situaciones particulares es necesario hablar de anticoncepción, para proteger a las adolescentes de un segundo o tercer embarazo, posibilitando espacios intergenésicos adecuados para las madres jóvenes como para sus hijos.

Por el contrario, en las áreas urbanas –y en nuestro país el 70% de la población vive en ciudades-, la maternidad precoz ha dejado de ser deseable, dadas las oportunidades de educación y trabajo para la mujer. Si tenemos en cuenta que las y los adolescentes de estos sectores están iniciando las relaciones sexuales en promedio a los 14.5 años los hombres y a los 15.6 años las mujeres, y que la edad de la primera unión se ha retrasado, la necesidad de protección contra el embarazo y las ITS-VIH/SIDA es relevante.

Es decir, que las transformaciones culturales y económicas, nos muestran hoy, que la gente joven de las grandes ciudades, no sólo ha roto con patrones reproductivos y sexuales, sino que aún requiere romper mitos y tabúes que les impide actuar con coherencia frente a sus deseos particulares y a las oportunidades que la sociedad y el medio les ofrece.

Aquí surge entonces la necesidad de que las y los adultos que tenemos la oportunidad de interactuar con ello desde nuestro quehacer en el sector salud, asumamos el papel facilitador de informantes y consejeros, para proporcionarles el conocimiento y los medios para que se protejan.

Como trasfondo del problema del bajo conocimiento, acceso y uso correctos de los métodos anticonceptivos en la población adolescente quisiera agregar: ¿No será que se derivan de la manera como hemos valorado la sexualidad premarital y, particularmente, sancionado la sexualidad adolescente?.

“La valoración negativa del ejercicio de la sexualidad antes de la unión podía justificarse en el contexto de una sociedad en la que la sexualidad y la reproducción se encontraban casi indisolublemente unidas, como resultado del periodo relativamente breve entre la fecundidad y la unión y de la función prácticamente exclusiva de la mujer como esposa y madre, pero debiera justificarse cada vez menos, pues conforme dichas condiciones van cambiando, se amplían las opciones para las mujeres y se extiende el periodo entre la maduración sexual y la formación de la familia, durante el cual se requiere reforzar la preparación de las y los jóvenes para la prevención de embarazos no deseados e inconvenientes... La sanción negativa obstaculiza el acceso la información, la educación y la preparación para ejercer la sexualidad de una manera placentera y responsable, de modo que una buena parte del problema estriba en la manera como los adultos calificamos el fenómeno; en la forma como las instituciones sociales –la familia, la escuela, las instituciones religiosas, el Sector Salud, etcétera- lo interpretan y lo manejan”. (Stern, Claudio. El Colegio de México 1996).

Finalmente, quiero hacer énfasis en el compromiso que como sociedad tenemos. En las Conferencias mundiales de El Cairo y Beijing, la sociedad se comprometió a difundir, promover y respetar los derechos humanos. De allí se desprendieron los derechos sexuales y reproductivos y los compromisos con la gente adolescente, para facilitarles los espacios y los medios para que puedan conocer y ejercer tales derechos.


El derechos a una vida sexual libre de riesgos y no condicionada a la maternidad.

El derechos a información y servicios de salud sexual y reproductiva y a los medios para prevenir el embarazo no planeado y las infecciones de transmisión sexual, incluido el VIH/SIDA.


La Ley 100 impone desarrollar acciones de prevención en el campo del embarazo precoz y acciones de atención a las adolescentes gestantes, así como de regulación de la fertilidad para quienes ya han iniciado la vida sexo-coital activa. En la práctica encontramos que nuestras adolescentes están viendo seriamente limitado su acceso a la información sobre cómo prevenir embarazos no deseados ya que son pocas las EPS que cumplen con la obligación de hacer promoción y prevención. Es aún más triste, observar que dadas las limitaciones para incorporar al sistema a un amplio número de personas, las adolescentes de la zona rural, de las áreas marginadas en las ciudades y aquellas desplazadas por la violencia, ven seriamente amenazado el ejercicio de su derecho a la vida, por no contar con información y servicios en SSR.



Estamos entonces comprometidos a:

“Satisfacer las necesidades especiales de los adolescentes y los jóvenes –especialmente las jóvenes-, el acceso a la salud, la orientación y servicios de salud reproductiva de alta calidad, teniendo presente la propia capacidad creativa de los adolescentes y jóvenes” (CIPD, párrafo 6.7 b).
[1]


Bibliografía:

CEPAL, NACIONES UNIDAS: Juventud, Población y Desarrollo en América Latina y El Caribe. CEPAL – NACIONES UNIDAS. Abril, 2000.

FAMILY CARE INTERNATIONAL: Compromisos para la salud y los derechos sexuales y reproductivos de todos. Nueva York, 1996.

IPPF: Carta de Derechos Sexuales y Reproductivos. IPPF. Londres, 1996.

LOPEZ, GERMÁN: La Ley 100 y la Adolescencia en Colombia. Ponencia presentada en el Tercer Congreso Colombiano de Sexualidad en la Adolescencia. ASCP, Bogotá, mayo 13-15 de 1999.

OPS.: Maternidad Saludable. OPS, Bogotá, marzo de 1998. (Compilación de Magda Palacio).

PROFAMILIA, MACRO INTERNATIONAL, DHS: Encuesta Nacional de Demografía y Salud ENDS-95. Bogotá, 1995.

RODRIGUEZ, R et al.: El Ambiente Legislativo y de Políticas Relacionado con la Salud del Adolescente en América Latina y el Caribe. POS, Washington, D.C., junio 1999.

STERN, CLAUDIO: El Embarazo en la Adolescencia como Problema Público: una visión Crítica. En Adolescencia Al Día: Diciembre de 1998, Vol. III. OPS.

[1] Morlachetti, A: Obligaciones de Latinoamérica y el Caribe ante el Derecho Internacional de adolescentes y Jóvenes. OPS, Washington D.C., marzo 1999.